El ambiente que vive una persona mientras crece es el ambiente modelo, el de su hogar, sus padres, sus hermanos, ese es el que queda más enraizado en la personalidad y los valores de cada uno. No importa que tan bueno o caro sea un colegio, si nuestros modelos naturales no demuestran un comportamiento constante de humilde agradecimiento, nuestros hijos no podrán adoptarlo como modus vivendi.
Ayer aprovechamos un poco de la tradición importada de Acción de Gracias y recibimos mensajes de agradecimiento por Whatsapp, por e-mail, por radio, por Instagram, y todos los demás medios de hoy en día, y agradecimos por nuestras familias, nuestros amigos, en fin, por todo lo que se pueda agradecer. Y es que celebremos o no esta fiesta en nuestro país, es un bonito recordatorio para pausar y agradecer. Agradecer por todo lo que somos, todo lo que tenemos, y todo lo que nos pasa.
Si fuéramos hacer una encuesta e hiciéramos esta sola pregunta:
¿con qué tipo de personas te sentirías más atraído de ayudar, de hacer negocios, de hablar, de relacionarte?
Y las dos opciones de respuestas sean: un agradecido y un mal agradecido.
Me atrevería a asegurar que en un 100% todos escogeríamos que con un agradecido, ¿estás de acuerdo?
En mi definición personal, un agradecido es una de esas personas que le ponen el valor de peso a las cosas que uno hace, aquellos que no son de los que “le doy la mano, y se cogen el brazo”, porque se regocijan, y hacen más que suficiente con “lo poco” que uno le da, y con este simple acto, multiplican todo lo demás.
Fíjense a su alrededor y en ti mismo, ¿de qué carece una persona amargada? El agradecido muy difícilmente se amargue, porque agradece el aprendizaje de toda circunstancia.
Es por eso que el hábito de agradecer es tan necesario, y a muchos de nosotros se nos hace tan difícil, sobretodo cuando las cosas no van como esperábamos. Piensa entonces qué mecanismos o pequeños ejercicios puedes implementar en tu vida que te ayuden a ser una persona agradecida.
La gratitud nos hace ser humildes, al reconocer que necesitamos de otros para caminar, y para ser mejores, que no somos una isla, y reconocer esa interdependencia que tenemos, valorando en su justa medida los esfuerzos o sacrificios que otros hacen por nosotros. Es el entender que no somos los reyes merecedores del universo, si no más bien uno con todos. El amor de los demás nos sirve de forma transparente a seguir adelante y ser mejores personas, entonces es digno de agradecer.
Agradécelo diariamente, aunque sea internamente o a nuestro Creador. Y a los demás, si no se lo decimos diariamente, hagamos el esfuerzo de hacerlo de una forma más frecuente.
Tal vez puedes hacer un hermoso diseño de ¡GRACIAS!, enmarcarlo y ponerlo enfrente de donde abres y cierras tus ojos al acostarte.
El asunto es que existen pequeños ejercicios o cambios en nuestras vidas que podemos muy fácilmente implementar, y con el tiempo van a parecer magia en la transformación de todas las áreas de nuestras vidas. Es de sabios agradecer, porque nos cambia de dentro hacia fuera.
¡AGRADEZCAMOS más y cada vez más! El agradecimiento nunca está de más, no nos minimiza, nos engrandece.
Con mucho amor y propósito,
Elisa