“Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar…” Eclesiastés 3, 1-2
En nuestra hermosa isla es prácticamente imposible que veamos la nieve, o las hojas de colores otoñales, o el verano extremo que nos haga andar todo el tiempo en chancletas, esos cambios que marcan la diferencia de una estación a otra, que son más notorios en otros países del norte y sur de las líneas de los trópicos.
Para mí fue sorprendente el experimentar de cerca los cambios de estaciones en Canadá, y en donde se puede palpar las enormes diferencias, pero a la vez la magia de la sabia naturaleza, y sus procesos.
La adaptación al medio ambiente canadiense, no les niego, fue muy difícil. Me tomó 2 años casi completos parar de quejarme, ya sea por la nieve, por el frío y la lluvia constante de Vancouver. El haber superado esas quejas, y hasta llegar a extrañarlas, me demuestra que el dicho de que “los humanos somos animales de costumbre” es muy cierto. Así que dejé mi “ñoñería”, entré en estado de supervivencia, decidiéndome a no ser la más “débil”, para que los más “fuertes” (los acostumbrados Canadienses) me “eliminaran”, como indica la teoría de Darwin. Felizmente logré adaptarme, y llegué a amar todas esas cosas de las que antes me quejaba.
En algún momento de mucha introspección recuerdo haber reflexionado sobre cómo la naturaleza en sus cambios de estaciones, en sus ciclos, en el día y la noche, en el crecimiento de una planta o árbol, en sus diversas etapas del humano nos mostraba eso mismo: sus cambios, sus ciclos repetitivos, sus procesos, sus pasos, y su hermosa lentitud.
Hasta en nuestro eterno verano, aquí en Dominicana, cuando entra el mes de Diciembre se respira otro aire, hay otra luz, con ciclos del día diferentes, oscurece más temprano, se observan cielos diferentes, nubes mas densas y diversas, atardeceres matizados por naranjas y púrpuras.
Así mismo nuestros ánimos por épocas cambian, de forma colectiva o individual. Existen así épocas de crisis, de abundancia, de vacas gordas y vacas flacas, y así podemos nombrar los ciclos, las altas y bajas, los picos y los valles, como queramos llamarles. Reconozcamos nuestra estación interna y externa actual, adaptémonos a ellas y seamos contentos.
Una de las reflexiones más profundas que he tenido y que me han servido para hacer frente a los momentos díficiles es tener presente esta inexorable realidad de los ciclos y los cambios de estaciones.
Es preciso pues que podamos sintonizar todos nuestros sentidos (la vista, el oído, el tacto, el olfato, así como nuestra mente e instintos) a las enseñanzas que tienen para nosotros como individuos adultos, que ya hemos atravesado muchas estaciones, y para nuestros hijos, que les queda mucho por vivir, y reconocer esos ciclos de la vida.
Me encantaría que podamos de forma consciente y con corazones abiertos, aprender más de nuestras estaciones, y que auto-reflexionemos de cómo hemos aprendido a enfrentarlas, ya con el conocimiento consciente de las pasadas.
Tomemos como ejemplo las mismas 4 estaciones que aprendimos en el colegio. A continuación les cito una fuente que indica algunas de sus diferencias. Les invito que al leerlo utilicen todos sus sentidos:
La primavera (prima + vera = buen tiempo)
Las temperaturas se vuelven cálidas después del invierno, la vegetación florece y la luminosidad diurna es mayor. La primavera es una estación llena de vida, de luz y color. Animales y plantas celebran esta estación que sucede al frío invierno.
El verano (veranum = tiempo de campos verdes)
Se caracteriza por tener los días más largos y las temperaturas más altas. Es el periodo vacacional por excelencia, cuando llega el verano nuestras energías se activan y nos sentimos más alegres y activos.
El otoño (autumnus = disminución del verdor)
Los días se acortan, las temperaturas bajan y aparecen vientos y lluvias. Las hojas de los árboles amarillean cogiendo tonos marrones hasta que se secan y caen. En sentido figurado el otoño representa la vejez. De los verdes intensos del verano se pasa al amarillo, naranja, ocre, marrón... una gama de colores que da una belleza singular.
El invierno (hibernum = tiempo frío y campo sin verdor)
Los días son más cortos y las noches más largas. En invierno se celebran las fiestas navideñas que marcan el fin de año y comienzo de año nuevo. Es una estación relacionada con el abrigo, las tormentas y el recogimiento.
Siempre he tenido la interrogante de si el hecho de que los cambios de estaciones meteorológicas no sean tan evidentes en nuestro país nos hacen menos consciente de desarrollar el buen hábito de planificar para los “inviernos” de nuestras vidas y de nuestras familias.
Agradezcamos entonces el tener tanta abundancia de sol todo el año, y les invito en medio de este “invierno” caribeño a que recojamos nuestras almas, para poder florecer en plenitud nuestros frutos en nuestras “primaveras” y “otoños”.
Y a tí madre o padre, ¿qué te han enseñado las estaciones de tu vida? ¿Cómo puedes transmitir estas experiencias aprendidas de las estaciones a tus hijos?
Fuente estaciones: http://interpeques2.com/peques5/4estaciones/contenidos.htm